La novedad. Nuestra adicción más nueva y desatendida.
La avidez por lo nuevo. El hambre por información volátil.
Somos adictos a la novedad. Ella nos cautiva irrumpiendo raudamente en nuestras vidas. Insignificantes somos para ella, que se renueva todo el tiempo.
Sin embargo, todo lo demás sigue igual. Nosotros seguimos iguales. La vida de ninguno de nosotros, grandes consumidores de la "noticia instantánea" se ve alterada por esa novedad transitoria. La noticia pasa. Entra y sale sin más.
Hace no mucho tiempo, 30 años para dar una referencia; las cosas funcionaban un poco diferente.
La vida "a un click de distancia", ha copado la parada.
Todo lo que esté más lejos que eso, ya es demasiado lejos.
Imaginen esperar una carta con novedades de un amigo o familiar que vive en otro huso horario, en otro continente. Hoy el "New Message" parece ser tan cautivante como ver llegar al cartero de siempre y preguntarle si tenía algo para entregarnos. Pero es todo más frío, más distante.
Tan sedientos estamos de novedades que necesitamos saber minuto a minuto qué está pasando en los rincones más alejados del mundo.
La pregunta es: qué fue primero; si la novedad o nuestra adicción a ella.
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